28 julio 2010


Tumbada en el sofá con la luz apagada y la televisión hablando para nadie, tuvo la certeza de que nada bueno se avecinaba. No se sentía especialmente mal, solo extrañamente calmada. Hacía calor, y su cuerpo estaba húmedo, pero no pareció advertirlo, ya que aunque físicamente se encontraba allí, su mente estaba a kilómetros de aquel lugar. Inconscientemente sus ojos escrutaban las sombras que la lámpara formaba en el techo, pero su cerebro no lo asimilaba, como si nunca las hubiera estado mirando. La tranquilidad a su alrededor era total y el silencio únicamente roto por los sonidos que emitía el televisor, hacían creer que la invadía un sentimiento de paz. Nada más lejos de la realidad. Aunque nada lo hacía sospechar, de un tiempo a esta parte venía librándose una ardua lucha en su interior con un final aún por determinar. Estaba asustada porque no sabía donde la iba a llevar el siguiente paso que debía dar. Algo en su interior le decía que el mundo en el que había creído y del que todavía quedaban algunos restos, se iba a esfumar por completo, dejándole recuerdos de una felicidad que quizá no volvería a experimentar.

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